Consumada inminencia, ya está sentada a mi mesa, en el medioadía del bar. El pocillo de café, un destino común (cosido piel con piel), y los reproches mudos.
Un ser adulto como yo. Un fantasma ya hecho. Concentración fugaz del segundero interminable.
No nos precisamos. Hablamos apenas, como desligados, de carril a carril, de abismo a abismo, en el posible acercamiento único de un rito: chasquea la piedra que enciende los cigarrillos.
Yo ya salí.
Sola, casi transparente, mi Ángel fuma.
Hector Ivo Marrochi
(coexistencias - 1995)
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